lunes, 27 de julio de 2009

Ojo con los hackers

Fuente: Expansion.

El tecnólogo estadounidense está considerado como el mayor gurú en seguridad electrónica.

El considerado por muchos como el gurú mundial de la seguridad electrónica ha sido la estrella invitada de la VI reunión del Club Málaga Valley e-27, un proyecto que pretende convertir la ciudad andaluza en el Silicon Valley de Europa.
Dentro de su amplio currículum, Bruce Schneier ha diseñado varios algoritmos criptográficos claves en el sector (Twofish, MacGuffin, Solitaire, Blowfish), ha plasmado sus teorías en una decena de libros e, incluso, ha sido citado por Dan Brown en el Código da Vinci.

Licenciado en Ciencias de la Computación por la American University y diplomado en Física por la de Rochester, este eminente criptógrafo ha trabajado para el Gobierno de EEUU y los Laboratorios Bell. En 1999, fundó la empresa Counterpane Internet Security, que, poco después, en 2006, adquirió el gigante de las telecomunicaciones British Telecom ahora BT Group quien designó a Schneier como máximo responsable de su seguridad.
Futuro
En una entrevista concedida a EXPANSIÓN, el tecnólogo norteamericano deja claro que el hacker actual ha perdido cualquier atisbo de romanticismo. Ya no actúa movido por un desafío intelectual. Por esta razón, augura un futuro complicado: La infiltración ha pasado de ser un hobby para convertirse en una actividad criminal.
Sobre si las empresas son ahora más vulnerables, sentencia que si las cosas van a peor, éstas deberán invertir más en procurarse protección. Es una realidad que debemos asumir.
Schneier reconoce que no existe una fórmula mágica que aborte los ataques del mismo modo que nunca se está absolutamente seguro en el mundo real: Depende del tipo de crimen y también de lo que se quiera proteger o lo que se haya invertido. Unas pueden plantear blindarse por medio de gatekeepers o candados u otras pueden necesitar, simplemente, firewalls (cortafuegos).
En cuanto a los mayores peligros que acechan a las compañías, asegura que el cibercrimen sigue siendo el primero y más peligroso. En su opinión, la seguridad gravita fundamentalmente sobre los delitos, porque la pérdida de datos confidenciales es un problema de otra índole.
Desde su punto de vista, los malos cuentan con las mismas armas que los buenos. Los criminales llevan relojes, igual que nosotros. No hay diferencias. Los utilizan para sincronizarse a la hora de cometer una fechoría. ¿Deberíamos prohibir entonces los relojes. Según Schneier, en la red sucede lo mismo.
En este sentido, explica que existen herramientas contra los ataques informáticos en el mercado, pero los usuarios no saben bien cómo defenderse. Y necesitan guiarse por especialistas.
Aeropuertos
En lo que se refiere a la seguridad en los aeropuertos, su percepción dista mucho del celo que aplica EEUU en el control de viajeros. Es un tema complicado y largo pero, en líneas generales, no son buenas medidas.
Las recientes elecciones de Irán han desatado un nuevo debate sobre la potestad de los gobiernos y en especial las dictaduras para controlar las comunicaciones. Cada día encontramos más censura en la red, pero, mientras un ordenador ocupa un sitio físico concreto, la red no está en ninguna parte y, al mismo tiempo, en cualquier lugar.
El criptógrafo constata que los usuarios actuales son más sofisticados y, a la vez, más ingenuos. Son exigentes a la hora de interactuar con sus compañeros o amigos, aunque no tanto para pararse a pensar cómo funciona el sistema. Demandan, por ejemplo, capacidades que les permitan organizar una fiesta, pero no les importa cómo se hace ni el mecanismo que hay debajo. Es decir, cada vez hay usuarios menos formados tecnológicamente.
Sobre las descargas de música, con multas ejemplares a ciudadanos anónimos, indica que es una estupidez. No tiene sentido. Las compañías discográficas deberían abandonar esta política. Así, duda de que las descargas ilegales afecten a sus ventas. No hay pruebas que lo demuestren, dictamina. Asimismo, considera que leyes antipiratería como la que planteó Nicolás Sarkozy, presidente de Francia, son otro ejemplo de intentar controlar algo difícil.

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